miércoles, 9 de marzo de 2011

Amores de calidad

Entre pincho de tortilla y zurito, sola en la barra de un bar, esta mañana he leído un artículo de una revista escrito por Edurne Uriarte, que directamente he arrancado y metido al bolso porque me ha llamado la atención.

Se titula "Amores de calidad" y dice lo siguiente:

"Me gustaría creer que la inteligencia emocional se puede educar y desarrollar, que no estamos irremisiblemente condenados a ser víctimas de nuestras emociones y de nuestros impulsos, de las emociones mal encaminadas y de los impulsos equivocados, claro está. Especialmente en el amor, ese sentimiento en el que tan poco lugar dejamos a la razón, a la reflexión, a la inteligencia; ése que nos hace más felices pero también más desdichados. Como si todo estuviera sujeto al destino y no a nuestra voluntad. O a nuestra inteligencia emocional.

¿Por qué no educar para el amor? Para la felicidad, para el equilibrio, para el amor de calidad. Algo que los adultos escarmentados con nuestros propios errores intentamos transmitir a nuestros hijos, con la faltal resignación de que probablemente deberán cometer sus propios errores para entender lo que les decimos. Y que la suerte, la casualidad, las caprichosas e incontrolables emociones decidirán su bienestar. Rendidos de antemano a las tiranías del amor, para ellos y para nosotros. Paralizados, al fin y al cabo, por otro tipo de educación, aquélla que nos ha enseñado que los sentimientos no se pueden gobernar por mucho daño que nos causen."

Y yo me pregunto ¿realmente se puede enseñar a controlar los sentimientos sin reprimirlos? ¿qué haces cuando te sale de dentro decirle a alquien "Te quiero" o "Qué bonito eres" porque así lo estás sintiendo? ¿hay que callarse?....No.

Con la poca o mucha inteligencia emocional que tenga, pienso educar a mis hijos en la libertad de sentimientos, aunque sepa que algunos de ellos les duelan, pero que no dejen de experimentar solo por el miedo a sentirse heridos. Como decía mi abuela, de todo se aprende.