"Ya lo he leído, no te importará, no?" Me dijo mi madre aludiendo al libro que me dejaría debajo de la servilleta en la cena de Nochebuena (costumbre familiar). "Claro que no, ama, cómo me va a importar!" le dije, "Es que quiero que lo leas para que veas hasta qué punto los padres hacemos cosas por los hijos. Yo me lo he leído en un día, te atrapa desde el principio"....Bueno, pensé, no es que tengamos los mismos gustos literarios mi madre y yo, pero por una madre una es capaz de todo. Así que una vez más aparqué a "Los detectives salvajes" de Roberto Bolaño para leerlo (total iba a ser un día....ingenua de mí).
El libro está basado en un hecho real, el homicidio en un cajero automático de una indigente a manos de dos adolescentes en BCN. El autor lo ha ambientado en Amsterdam y todo discurre alrededor de una mesa, durante una cena a la que asisten los padres de ambos primos (autores del delito).
El argumento tenía muy buena pinta, los capítulos eran cortos y ralatados con cierta ironía....vamos que se podía leer bien y rápido....si no fuera por el excesivo empeño del autor en fijarse en los detalles (he de decir que a mí me gusta cuidar los detalles, pero no hasta el punto de describir cómo el dedo meñique del maître sobrevuela cada plato, con su respectivo detalle de los ingredientes que los componen, su origen y procedencia y la madre que lo parió). Y yo desesperada.
Hay veces que los libros me ponen de mal humor, sobre todo cuando no me gustan pero sé que no puedo dejar uno sin terminar (problema mío), éste ha sido uno de ellos, sin llegar a los límites de "La última lección" (Randy Pauch) que aun describíendome sus últimos días de cáncer, me creó tan mala uva (por no decir mala hostia) que aun lo recuerdo y me pongo mala.
Pero no voy a hacer como Herman Koch y no me voy a ir por las ramas a la hora de comentar lo mejor del libro, su temática, ¿qué haríamos (los que tenemos hijos sobre todo) si nuestro hijo de 15 años acaba cometiendo un delito inintencionadamente que podría llevarle a un correccional de menores, aun sabiendo que ni la policía ni nadie lo puede identificar? ¿lo delataríamos? ¿podríamos vivir sabiendo la injusticia que ha cometido? ¿hasta dónde llegamos los padres por justificar a nuestros hijos o por protegerles?
Por mi parte la respuesta es clara, no justificaría su delito, pero no le destrozaría la vida delatándole. Creo que el instinto de protección está por encima de cualqueier valor (social o personal), por lo menos en mi caso (como diría Belén Esteban, "Yo por mi hijo/a MA-TO").
Bromas a parte, no os recomiendo su lectura, hay libros mucho más interesantes que éste.....y voy a ver si termino "Los detectives salvajes" que llevo ya más de un año con él (aunque este libro es un caso aparte).
EL PUZLE QUE ESPERABA SER RESCATADO
Hace 4 años
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